Bendigan, pueblos, a nuestro Dios,
hagan resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.
hagan resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.
Alaben al Señor de la gloria, que ha resucitado del lugar de los muertos, y desde el abismo se alza con el estandarte de la victoria definitiva.
¡Bendito sea Dios, que es la resurrección y la vida, y nos da el verdadero pan del cielo!
Gloria y alabanza por los siglos al Señor, que en las aguas del bautismo nos ha hecho participes de su muerte y resurrección.
Gloria al Padre que nos sustenta, y nos da en el corazón de las montañas las fuentes de agua viva para la tierra.
Gloria al Hijo, el Maestro y amigo de los hombres y mujeres que quieren por alimento hacer la voluntad del Padre.
Gloria al Espíritu, que me impulsa ahora a entonar está alabanza de acción de gracias, y me envía a proclamar a todos que Cristo vive.
Jesuscristo ha resucitado, ¡verdaderamente ha resucitado, aleluya!
Concluyamos nuestra alabanza como San Francisco de Asís rezaba al final del oficio divino:
"Omnipotente, santísimo, altísimo y sumo Dios, todo bien, sumo bien, bien total, que eres el sólo bueno, haz que te restituyamos toda alabanza, toda gloria, toda gracia, todo honor, toda bendición y todos los bienes. ¡Hágase, hágase, amén!
Fray Maseo
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Que el Señor te conceda su paz.