Amado Señor Jesús,
Así como has venido a este mundo, también a mí el Padre me ha llamado a la vida, a ser peregrino en esta realidad, que esta llena de luchas y desafíos, y poco a poco me has convertido en un sembrador que sabe cosechar en tierra árida, en un trabajador que sigue adelante con el jornal, el pago diario... en un soldado que sabe dar la pelea, aunque abandonado por los demás. Me has hecho fuerte.
Hoy quiero darte gracias por tu Palabra, porque en ella me enseñas que no me ha enviado el Padre a este mundo a sufrir, a vivir bebiendo tragos amargos, y mucho menos a luchar la vida como huérfano, a pelear solo; gracias por el Espíritu Santo, el "Paráclito", es decir, "aquel que viene a nuestro lado", el Gran Consolador, el Abogado, el Defensor.
Gracias Señor por este Espíritu que es salud para mí enfermedad, alivio para mis fatigas, que hace nuevas todas las cosas, que me levanta cuando siento que no puedo más, que me enseña lo que debo pedir, lo que debo decir, como debo conducirme, como debo actuar.
Como Lidia, enséñame a ser dócil a ese Espíritu, y así recibir en mi vida y en mi mesa a las personas buenas que me has regalado en mi caminar.
Quédate conmigo Señor, amén.
Paz y Bien,
Fray Maseo.
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Que el Señor te conceda su paz.