Yo cargaré con tu yugo.


El profeta nos dice: "Alégrate, canta y mira: viene a ti tu rey, modesto y cabalgando en un asno", lo cual, inevitablemente nos hace pensar en Jesús, y su entrada triunfal en Jerusalén. Con justa razón algunos también la llaman "entrada mesiánica", porque en ella se cumple esta profecía. No es casual que vaya "humilde" en un asno, un animal pacífico y fuerte, más pequeño y menos elevado que los caballos usados por los nobles y caballeros en otras épocas: mas accesible a la gente, más cercano.

Señor Jesús, aunque este signo de tu entrada mesiánica lo entendieron fácilmente los escribas y letrados, que conocían de memoria estas profecías, ninguno de ellos salió a recibirte y reconocerte: fueron los pobres, los niños y los sencillos, los que no sabían leer a lo mejor, y mucho menos podían escudriñar las escrituras para distinguirte. Eso no impidió que te reconocieran como el Rey, el heredero de David. Gracias Señor, porque mi ignorancia, mi terquedad, mi testarudez y mis altibajos no han sido impedimento para poderte reconocer y aclamar como Rey de mi vida.

Estoy cansado y agobiado, Jesús, y quiero descansar en tu asno, en tu cabalgadura, en tu cruz junto a tu Pasión salvadora. Dame descanso, dame paz en medio de mis momentos de dolor. Amén.

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