Trigo maduro

Llegó la hora de la cosecha:
la oscuridad sobre la tierra,
las manos clavadas y deshechas
el momento del abandono...
la entrega ya está hecha.

Tu altar de cruz espigada
inclinado sobre el mundo está
la siega que ha sido regalada
la vida, como nunca, ya dorada.

Das ahora el grano;
el fruto madurado toda tu vida
desde antes que la semilla misma:
triturado al fin por nuestra mano.

Inclinando la cabeza, entregas el espíritu;
regando el campo con tu vida,
haciéndolo tuyo:
por encima de leyes y artificios...
muerto ya, nos das tu tierra regada,
en herencia, ya fecundada...
me haces también Señor,
no para negarme a dar producto,
sino para darlo por siempre en herencia.

Fr. Freider


(dibujo hecho a lápiz)

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