Pocas cosas hay en esta vida que se recuerden tanto como el dolor. El dolor puede resignificar incluso los momentos de alegría y paz, en tristeza por el gozo ausente... en nostalgia por la tranquilidad perdida.
Dolor profundo, quiero hacerte así: profundamente mío. Solo siendo dueño y poseedor de tus límites, podré con la conciencia adolorida ser mi propio sosiego y solaz... tomar en mis manos heridas el pincel que difumina en mi cielo tus matices, haciéndote signo de trascendencia.

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Que el Señor te conceda su paz.