¿Has visto como muchos comportamientos y actitudes en nosotros parecen surgir sin razón aparente? Pero luego de meditarlo un poco (o mucho), nos damos cuenta que hay un trasfondo, un detonante... algo que le da sentido a nuestros sinsentidos.
Pero hay un sinsentido que se justifica en sí mismo en su (in)justificación: la procrastinación. Es imposible intentar ahondar en las causas de tu procrastinación sin acabar procrastinando... ella misma encuentra su causa en sí misma. Es como entrar en una ruleta de la que no acabas de darte cuenta cómo llegaste allí, ¡y encima la aceleras con cada intento desesperado por salir!
Procrastinar es uno de nuestros sinsentidos misteriosos más simples... no hace falta sino abrir las compuertas de un dique de reflexiones ciegas y acéfalas para crear un boquete imposible de atajar.
A ti que lees un libro sin leerlo, debiendo estar con tus manos en otra labor; a ti que alzas los ojos al más hermoso de los cielos y no lograr elevarte a una trascendencia espiritual... a ti: que lees estas líneas con una semisonrisa culpable de un ocio sin fundamento... ven, sentémonos un rato a mirar la nada y a contemplar en esa nada el Sentido, el Ser y nuestra semblanza de vida pueril.

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Que el Señor te conceda su paz.