Como el antiguo pueblo que se hizo un ídolo de fundición al ver que Moisés tardaba en lo alto del monte;
como el rey Saúl que perdió el favor de Dios al hacer él mismo el sacrificio porque no tuvo paciencia para esperar la llegada del profeta;
tal como David que procuró la muerte de un hombre con tal de cubrir un pecado, o como Simón que se hunda en las aguas por miedo al viento, así es mi corazón cuando cae en desesperación.
Líbrame, Señor, de la falta de confianza, de la impaciencia y la autosuficiencia. Enséñame, buen Maestro, aquella paciencia que discierne y no desespera; aquella sabiduría que me permite tomar buenas decisiones.
Dame la gracia de aumentar en mí la esperanza, que trae como frutos la alegría, el dominio de sí y la paz del corazón. Contra toda desesperanza espero en ti, creo en tus palabras y mantengo encendido el fuego del amor.
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Que el Señor te conceda su paz.