Escuchar la voz del Señor solo es posible si sabemos distinguir su voz entre las muchas veces que nos hablan al oído cada día. Por eso distinguimos con facilidad las voces de nuestros familiares y amigos: porque las hemos escuchado muchas veces y las tenemos frescas en nuestra mente... porque estamos «familiarizados» con ellas.
¿Quieres escuchar la voz de Dios que te habla en lo cotidiano? Mantenla fresca en su Palabra.
¿Quieres reconocer al Maestro al partir el pan? Cuida la frecuencia con la que acudes al pan de la Eucaristía.
¿Quieres reconocer a los enviados de Dios y distinguirlos de aquellos falsos profetas de calamidades? Afina tu oído con la oración constante.
Que las fragantes palabras de Dios invadan todos los espacios de tu vida y así aprenderás escuchar su voz, aún cuando hable en débiles susurros.
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Que el Señor te conceda su paz.