Parece una especie de curiosa casualidad, pero no lo es: cuando sale el guerrero de Dios con más confianza que de costumbre, Dios parece abandonarlo y cae derrotado ante el enemigo. Parece que Dios se esconde a propósito para dar a su siervo una lección de humildad.
Pero no es así.
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Que el Señor te conceda su paz.