La derrota

Parece una especie de curiosa casualidad, pero no lo es: cuando sale el guerrero de Dios con más confianza que de costumbre, Dios parece abandonarlo y cae derrotado ante el enemigo. Parece que Dios se esconde a propósito para dar a su siervo una lección de humildad.
Pero no es así.
Es el siervo el que aleja la presencia de Dios y su favor con su actitud autosuficiente, que en el fondo no es sino una afrenta a Dios: "ya no me eres tan necesario, yo puedo lograrlo con mis fuerzas". Y Dios no se aleja, más bien es alejado. Dios habita en un corazón humilde.

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