Eres tú la luz de mis ojos.
«Nunca nadie ha hablado como ese hombre» dijo una vez alguien luego de escucharte, Maestro bueno. Tocaste un corazón y lo cambiaste para siempre. Así eres tú: «haces nuevas todas las cosas».
Todavía me falta mucha valentía para atreverme a ser realmente humano como tú lo fuiste. Te hiciste hombre no solo para conocer de nuestra condición; lo hiciste para enseñarnos a ser realmente humanos.
Dame hoy la gracia de ser más valiente, para no tenerle miedo a las realidades más humanas que puede haber: el dolor, la miseria, el fracaso, la compasión, el consuelo, el afecto, la soledad... el amor.
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Que el Señor te conceda su paz.