Tú me llamas

De noche, acostado y bien dormido, Dios llamó a Samuel. Samuel no conocía la voz de Dios y no supo reconocerlo al principio; pero la ayuda de un maestro y el hecho de dormir en la casa de Dios le permitieron comprender rápidamente el llamado.

De madrugada, cuando aún está oscuro, Jesús ora en soledad al Padre Dios. Busca comprender claramente lo que debe hacer y cómo cumplir su misión con fidelidad. Jesús, siendo el Hijo de Dios, necesita sintonizar también su humanidad hacia el cielo. El silencio, su familiaridad con la oración y un oído bien dispuesto le permitieron comprender en cada momento lo que su Padre quería de él.

Y tú, cristiano, ¿quieres saber qué quiere el Señor de ti? Es preciso que hagas silencio interior antes que exterior. Acalla tu ruido interno que solo busca complacerse en vanidades y agudiza el oído y la vista externos: escucha la voz de Dios en su Palabra, come el pan cotidiano, está atento a lo que te dicen los pequeños, los pobres, tus prójimos: amigos, familia, un transeúnte, la naturaleza misma. Mantente atento, no sea que Dios te hable y tú no escuches o, aún peor, que tú lo escuches pero no sepas que es Él quien te habla.


Comentarios