Comunicar el amor.

Jesús escucha la petición del leproso que le dice: "Si quieres, puedes limpiarme" y no solo le manifiesta que sí quiere, sino que además lo toca. Algunos podrían considerar este gesto innecesario para obrar la curación. Jesús es generoso con el amor que nos comunica y nos invita a hacer lo mismo, especialmente con un leproso a quien nadie toca, abraza o acaricia. Quizá incluso el dolor de la lepra no sea comparable al de no poder ser tocado nunca más por otra persona ni experimentar afecto en la piel cuando más se necesita.

El amor que sentimos necesita ser comunicado, afectar a quien se ama. Necesitamos sentirnos amados de forma incondicional, porque el amor no es un producto que se compra ni mucho menos a cambio de un amor interesado. Por el mundo vagan personas que no se permiten amar porque no saben hacerlo, ni tampoco se sienten dignas del amor. El círculo del amor se expande cuando amamos desinteresadamente, cuando el amor por la humanidad nos mueve a expresar un genuino interés por el bienestar de un conocido o un desconocido, cuando nuestra mirada proyecta el amor de Jesús sobre todos, especialmente aquellos que parecen andar por el mundo sin ningún sentido aparente.

¡Cuántos se mueren sin haber experimentado un amor que no esté mediado por el compromiso o el interés! El mundo se muere por falta de amor radical, amor verdadero... el mundo se muere porque no comunicamos el amor de Dios, porque esperamos que el otro dé un paso o no creemos que nos pueda corresponder. Afecto, palabras de respeto, actos de servicio, escuchar sin juzgar, manifestar la verdad y la misericordia... ¿Te consideras cristiano y no haces las obras del amor sin esperar nada a cambio? ¿Esperas el pago en este mundo y no el pago que te dará el Padre?

"Ahora es el tiempo propicio, hoy es el día de la salvación" (2Co 6,2).

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