Es muy fácil prometer muchas y grandes cosas en momentos de impulso y optimismo. Es fácil decir "guardaré tu ley, Señor, todos los días de mi vida" o del mismo modo cumplir un buen propósito, o mantenerse en la fidelidad prometida... la promesa es fácil de hacer si se considera en sí misma y no como el comienzo de un camino. «El que persevere hasta el fin ese se salvará».
Todos los discípulos, no solo Judas, abandonaron al Señor en la hora de la pasión. Perseverar no se tratar de mantener el marcador intachable y nunca caer; se trata de llegar a la meta aunque nos hayamos caído muchas veces durante el camino. El que persevere hasta el fin se salvará.
Renunciar al pecado, profesar la fe en Jesús y perseverar en el amor hasta el final es el itinerario de todo cristiano. Todas estas cosas se viven durante todo el camino de discípulo y al mismo tiempo se viven todas en cada jornada. Cada día es propicio para recomenzar y renovar la promesa de fidelidad a la ley del Señor. Hoy es un buen día para renovar nuestro ser de hijos del Padre del cielo y pedirle que nos dé el pan cotidiano.
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Que el Señor te conceda su paz.