Tal como las muchedumbres que te buscaban intensamente, Jesús, yo también te busco. Son muchos los padecimientos que me aquejan, y solo en ti encuentro remedio para todos ellos. Enfermedad, ansiedad, y las preocupaciones de esta vida, así como el pesimismo ante el futuro, suelen caracterizar a estas multitudes que te buscan, pero una necesidad entre todas sobresale, y es la sed de escuchar tus palabras de vida eterna.
Así como nos maravillamos al escuchar todas las cosas hermosas de Dios que nos cuentan aquellos maestros en la Escritura, a nosotros nos llena de gozo escucharte a ti, Maestro Bueno, hablar de tu Padre del cielo y de los misterios del Reino.
Jesús, háblanos de ese Reino del cielo que será nuestro verdadero descanso y hogar. Yo quiero descansar contigo, mi Jesús, y escuchar tus palabras de eternidad.
Así como nos maravillamos al escuchar todas las cosas hermosas de Dios que nos cuentan aquellos maestros en la Escritura, a nosotros nos llena de gozo escucharte a ti, Maestro Bueno, hablar de tu Padre del cielo y de los misterios del Reino.
Jesús, háblanos de ese Reino del cielo que será nuestro verdadero descanso y hogar. Yo quiero descansar contigo, mi Jesús, y escuchar tus palabras de eternidad.
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Que el Señor te conceda su paz.