Recordar.

Mucho tuvo que padecer el pueblo de Israel durante cuarenta años en el desierto; no todos los israelitas que atravesaron el mar Rojo alcanzaron a gozar de la tierra prometida. Las infidelidades constantes del pueblo y la esperanza que fácilmente se perdía causaban desvíos y parálisis que hacían más y más largo el camino. Incluso al tomar posesión de la tierra de las promesas, el pueblo perdía con mucha facilidad la confianza en Dios, a pesar de tener en sus memorias colectivas los grandes prodigios obrados en Egipto y aún en el mismo desierto.

Qué rápido el pueblo olvidaba que el Dios que fue capaz de abrir en dos el mar y hacer bajar pan del cielo en el pasado, ahora en los nuevos desafíos del presente los iba a abandonar. Así de rápido algunos cristianos olvidan no solo las palabras y obras de nuestro Maestro que se narran en el Evangelio, sino que también olvidan las maravillas que el Señor ha obrado en sus vidas, las dificultades que de su mano han vencido y los testimonios de tantos hermanos y hermanas... ¡Con cuánta facilidad olvidamos que el Dios que antes nos ha sostenido con misericordia, nos volverá a levantar si acudimos a él con fe! Danos, Señor, la esperanza cierta de que volverás a obrar maravillas en las vidas de quienes te seguimos con alegría.

Comentarios