Sáname.

Hace ya 800 años, un joven Francisco de Asís abandonaba su condición de ciudadano y todas las demás comodidades, para morar con los leprosos que vivían en la periferia de su ciudad, quienes eran marginados hasta en lo más bajo de la escala social. De muchas maneras, ser un leproso en el Medioevo era una especie de muerte social. Un leproso andando era un auténtico "muerto viviente" y así, al irse a vivir con ellos, Francisco declara públicamente que también está muerto para el mundo y para la vida tal como la ha vivido hasta ahora. Se hace uno con ellos, más aún, se vuelve su servidor.

En el hermoso pasaje del Evangelio donde un leproso se aproxima a Jesús y le pide con humildad la purificación de su lepra, luego vemos cómo Jesús decide no entrar en las ciudades sino permanecer fuera, en lugares solitarios.

¿Lo notaste? Jesús asume voluntariamente la condición que el leproso tenía, tomando su lugar de marginado social. Y aún así, muchos acudían a Él.

En este sentido, cuando hace 800 años Francisco salió de la ciudad y fue al exterior de las murallas donde estaban los leprosos, asumió la actitud de las gentes del Evangelio, que buscaban en aquellos lugares solitarios a Jesús. Francisco halló a Jesús en las afueras, ya que Jesús decidió morar entre los leprosos, allí quería ser hallado.

Aquí y ahora, Jesús se margina. Espera que salgas de ti mismo y lo busques... Jesús espera ser encontrado en el marginado. Así que ve y busca a Jesús donde Él espera ser encontrado. Y una vez hallado, permanece junto a Él... porque la mayor pena que los leprosos del Evangelio y que también el mismo Jesús experimentó cuando vivía entre nosotros, no fue ver su cuerpo taladrado y llagado... fue el sentirse abandonado.


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