Padre nuestro, el pan cotidiano que das a todos tus hijos, dánoslo hoy. Hoy tenemos hambre y sed de ti, tal como ayer y como la tendremos mañana. Danos siempre de este pan, Señor, para sentirnos saciados.
Danos también el hambre de ti, para que te busquemos con constancia todos los días y no ocasionalmente. No permitas que olvidemos que «lejos de ti nada podemos hacer» (Jn 15, 5) y que a nadie más podemos ir; solo Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6, 68).
Danos Padre el pan cotidiano, que no es otro que Jesucristo, que sale a nuestro encuentro en su divina palabra, en su cuerpo y sangre, en los más pequeños, en los necesitados, en los pobres... en el prójimo.
Que el hambre de ti nos permita reconocerte en los hambrientos.
Danos también el hambre de ti, para que te busquemos con constancia todos los días y no ocasionalmente. No permitas que olvidemos que «lejos de ti nada podemos hacer» (Jn 15, 5) y que a nadie más podemos ir; solo Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6, 68).
Danos Padre el pan cotidiano, que no es otro que Jesucristo, que sale a nuestro encuentro en su divina palabra, en su cuerpo y sangre, en los más pequeños, en los necesitados, en los pobres... en el prójimo.
Que el hambre de ti nos permita reconocerte en los hambrientos.
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Que el Señor te conceda su paz.