Ungido para vencer.

Una hermosa canción nos recuerda que al seguir "un largo caminar por el desierto y bajo el sol" no se puede avanzar sin la ayuda del Señor Jesús. Esta ayuda para avanzar por la aridez del desierto no puede ser otra que el bautismo: agua y Espíritu que dejan un sello imborrable y "saltan como un surtidor hasta la vida eterna" (Jn 4). Con esa agua de vida bautismal que nunca deja de brotar de nuestra alma, podremos avanzar por el desierto de la tentación, la desolación y la sequedad espiritual.
Más aún, en el baño espiritual del bautismo hemos sido ungidos en el Ungido; somos asociados a su victoria sobre la tentación y sobre la muerte misma. Nos da el poder de derrotar el pecado, el gran impedimento, aquello que rompe nuestra armonía con Dios Padre y con nuestros hermanos y hermanas.
Recuerda: el desierto puede ser desmoralizante y engañoso, pero hemos sido ungidos para seguir los pasos de aquel hombre que, ungido como verdadero Hijo de Dios, se enfrentó a Satanás y retornó victorioso del desierto.


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