Dice Jesús a su Madre: «¡Mujer, ahí tienes a tu hijo! [Y luego dijo al discípulo] ¡Ahí tienes a tu madre!».
Al meditar estas palabras, debemos tener presente que estamos ante un Jesús que, levantado sobre la cruz, está dando cumplimiento, incluso en los pequeños detalles, a la misión que le fue encomendada por el Padre. De algún modo, es como aquel hombre prudente que, viendo la muerte a la puerta, se dispone a "poner en orden todos sus asuntos". Así pues, podemos entender estas palabras como parte del testamento espiritual de Jesús. Jesús te entrega a María para que la recibas como a tu propia madre y espera que tú vivas sujeto a ella como hijo. Más aún, espera que tú estés en disposición de socorrer y proteger a esta madre que recibes en herencia espiritual: «te entrego a mi madre, cuídala y ámala». La Iglesia siempre ha tenido la intuición de reconocer el amor y devoción a la Madre de Dios como parte esencial (y no accesoria) de la práctica de la fe cristiana, ¿lo es también para ti?
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Que el Señor te conceda su paz.