La verdadera fidelidad se verifica en su capacidad de permanecer, en su constancia. De un hombre que ha sido fiel a su esposa diez años e infiel un día, ¿diríamos que es un hombre fiel o infiel? Así pues, la verdadera fidelidad no es aquella que promete mucho, sino la que cumple siempre, aunque prometa poco.
Por otra parte, Dios se caracteriza por ser generosamente fiel: da en abundancia y no deja de cumplir ni una sola de sus promesas. Nosotros, seres frágiles y caducos estamos llamados a tender a esta fidelidad. Somos pecadores, pero no abandonamos el Camino; nos caemos, pero no dejamos de levantarnos. Nuestra fidelidad también se expresa en la lucha constante por volver al camino de Dios.
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Que el Señor te conceda su paz.