Hijos agradecidos.

El recibir por misericordia de Dios la dignidad de hijos de Dios es un llamado a vivir agradecidos. La gratitud es hermana de la humildad, ya que nos recuerda constantemente que todo don y bondad que hay en nuestra vida es obra de Dios, quien es generoso con nosotros porque nos ama y no porque exista un mérito de nuestra parte. Agradecer es retornar con bondad a Dios lo que le corresponde, porque Él es la fuente y el origen de todo el bien.

La gratitud también es hermana del espíritu de servicio, que busca pagar con amor, aunque sea imperfecto, al amor de Dios, quien nos amó primero.

La gratitud es hermana de la humildad y el servicio; solo un corazón agradecido puede servir con auténtica humildad.


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