Te alabo, Jesús mío, por tu inmenso amor y misericordia. Te doy gracias, mi dulce Jesús, porque me enseñas el amor puro y generoso del Padre Dios.
Al contemplar y agradecer este amor abundante y gratuito del Padre Dios, se remueve en mi corazón el dolor por las ingratitudes que este Dios tan bueno recibe, y por todas aquellas afrentas y dolorosas ofensas con las que la humanidad te retribuye tu entrega, Jesús mío crucificado.
Por ser el Padre Dios quien es y porque me duelen mis pecados, me duele también en mi corazón haber pecado contra Él, contra mis hermanos y contra mí mismo, pues soy templo del Espíritu Santo. Perdona, Señor Jesús y ten misericordia, porque he pecado contra ti. Muéstrate compasivo ante mi fragilidad, que Tú mismo abrazaste al hacerte hombre, y levántame del abismo de mis muchos pecados. Libérame de esta esclavitud y por tu gracia generosa hazme digno de participar en tu mesa, tomando el pan que corresponde por derecho a los hijos de Dios. Desnudado ya de los harapos de la miseria, vísteme con las ropas blancas de la purificación y renovada la iluminación de la fe que recibí en mi bautismo, dame la gracia de tomar mi cruz cotidiana y seguirte, hasta alcanzar por tu medio la gloria de la resurrección.
Amén.
Al contemplar y agradecer este amor abundante y gratuito del Padre Dios, se remueve en mi corazón el dolor por las ingratitudes que este Dios tan bueno recibe, y por todas aquellas afrentas y dolorosas ofensas con las que la humanidad te retribuye tu entrega, Jesús mío crucificado.
Por ser el Padre Dios quien es y porque me duelen mis pecados, me duele también en mi corazón haber pecado contra Él, contra mis hermanos y contra mí mismo, pues soy templo del Espíritu Santo. Perdona, Señor Jesús y ten misericordia, porque he pecado contra ti. Muéstrate compasivo ante mi fragilidad, que Tú mismo abrazaste al hacerte hombre, y levántame del abismo de mis muchos pecados. Libérame de esta esclavitud y por tu gracia generosa hazme digno de participar en tu mesa, tomando el pan que corresponde por derecho a los hijos de Dios. Desnudado ya de los harapos de la miseria, vísteme con las ropas blancas de la purificación y renovada la iluminación de la fe que recibí en mi bautismo, dame la gracia de tomar mi cruz cotidiana y seguirte, hasta alcanzar por tu medio la gloria de la resurrección.
Amén.
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Que el Señor te conceda su paz.