Perdón generoso.

Un predicador, al hablar sobre la parábola del hijo pródigo, encontró una similitud con un relato del antiguo testamento.
Al escuchar esta parábola, que algunos nos sabemos de memoria, vemos que en el momento en que el hijo decide volver a casa de su Padre para pedir su perdón con un discurso ensayado, el Padre se adelanta a cualquier palabra de su hijo y "se le echó al cuello y lo cubrió de besos" (Lc 15, 20). Pues bien, esta misma escena la encontramos en la reconciliación de Jacob y Esaú, hermanos gemelos y nietos de Abraham, que por una disputa por el derecho del hermano mayor, se enemistaron, y habiendo amenazado de muerte Esaú a su hermano Jacob, no se vieron por dos años.
Dice la Escritura que al verse nuevamente, Jacob tenía miedo de la venganza que pudiera tomar su hermano Esaú, pero este en cambio "corrió a su encuentro, lo abrazó, se le echó al cuello y lo besó llorando" (Gn 33, 4).
En ambos relatos no hay palabras como primer paso, hay perdón generoso y reconciliación. Si algo nos puede enseñar este relato de la reconciliación de dos hermanos y el de un Padre con su hijo, es que el poder liberador del perdón, más que una carga, es una bendición querida por Dios para sus hijos e hijas. El perdón es una decisión libre, pero al tiempo es una gracia que Dios concede. Recordemos que en el padrenuestro condicionamos el perdón que Dios nos da al perdón que podemos conceder.
Que al sentirnos perdonados por el hermano, podamos decir como Jacob ante el perdón de Esaú: "he visto tu rostro como quien ve el rostro de Dios" (Gn 33, 10).


Comentarios