Porque amó mucho.

Aunque María Magdalena va al sepulcro de madrugada esperando encontrar un cadáver, no se le hace difícil comprender el misterio de la resurrección porque en ella hay mucho amor y el amor dispone para el conocimiento de los misterios de Dios.

¿Notas como el relato de san Juan dice que la Magdalena fue cuando aún estaba oscuro (Jn 20, 1) mientras que otros relatos dicen que las mujeres fueron al sepulcro de mañana cuando el sol ya había salido? (Mc 16, 2).

¿Por qué en un relato se nos detalla que María madruga aún más que los demás?

La respuesta es porque su amor la impulsaba a ir adonde Jesús, no pudiendo soportar la espera. El amor de Cristo nos urge (2Co 5, 14) y nos hace adelantarnos a la aurora (salm. 118); el amor nos conduce irremediablemente a Jesús, aunque vayamos con expectativas pobres o equivocadas. Este es uno de los poderes del amor: perfecciona nuestro conocimiento de Dios.

María Magdalena nos invita a insistir en tocar la puerta del amor, ya que fue precisamente por esto que mereció ser la primera testigo y apóstol de la resurrección, mientras los otros quizá dormían. En ella se cumple como en nadie ese pasaje que dice «el que busca, encuentra» (Mt 7, 8) y aquel otro que dice:

«despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo» (Ef 5, 14)


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