A veces la alegría puede estar acompañada de un sentimiento de incredulidad, al modo de los discípulos que ante la manifestación de su Señor Resucitado «no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados» (Lc 24, 41). Todo sobre Jesús y lo que Él significa para el mundo entero puede encontrar un «¿será verdad tan buena noticia?» en nosotros, que del asombro no acabamos de asimilar el misterio de Jesús, «El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. .Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre» (Flp 2, 6-11).
¡Esta gran verdad debería estremecernos de asombro y alegría como a aquellos discípulos ante el Resucitado!
¡No dejemos que esa alegría y asombro ante la gloria del Señor se acaben!
Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre» (Flp 2, 6-11).
¡Esta gran verdad debería estremecernos de asombro y alegría como a aquellos discípulos ante el Resucitado!
¡No dejemos que esa alegría y asombro ante la gloria del Señor se acaben!
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Que el Señor te conceda su paz.