Jesús no está lejos.

Jesús resucitado no puede ser visto con los ojos físicos que podían verlo antes de ser glorificado. Ese Jesús, que fue visto por multitudes que a veces se contaban por miles, ahora solo se deja ver por discípulos selectos y ya no por multitudes. ¿Te has preguntado la razón?

La resurrección de Jesús es un misterio (el misterio fundamental de nuestro discipulado) al que solo se puede acceder mediante la fe. Por esa misma razón, solo puede ver a Jesús quien tiene la fe requerida para aceptar este misterio. En realidad, no es que Jesús se "aparezca" a los discípulos: ¡es que siempre estuvo allí pero la falta de fe les impedía verlo! Cuando vemos que quien llega a la tumba vacía es recibido por un ángel, debemos entender que la misión de ese ángel es estimular la fe en la resurrección para así poder ver a Jesús. Es como si el ángel nos dijera: «Si quieres ver a Jesús, debes creer que resucitó de entre los muertos. Y si crees que está vivo, ¿por qué lo buscas en el lugar donde reposan los muertos?».

Es por eso que en el relato de los discípulos de Emaús, cuando a los discípulos se les abren los ojos y comprenden que están cenando con el mismísimo Jesús, este «desapareció de su lado» (Lc 24, 31). Hay muchas formas de entender este versículo, pero quizá la que tiene más coherencia con esta idea es su similitud con el pasaje de la misión de Lc 10, 1. Es decir que los discípulos deben separarse un momento del Maestro porque tienen que ir a cumplir una misión: anunciar a los Once en Jerusalén lo que han visto. En todo caso, siempre podrán regresar a su lado (Lc 10, 17), sin olvidar que siempre pueden compartir con su Maestro «cada que vez que coman de este pan y beban de este cáliz» (1Co 11, 26). Para quien cree en Él, Jesús no está lejos.

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