Parece que nunca llega en buen momento una buena noticia: las cosas malas suceden todo el tiempo y todos parecen navegar entre el luto, el dolor y la soledad. No parece haber motivo para estar completamente alegres, y nadie responde de inmediato a la pregunta: "¿Eres feliz?".
Si algo nos enseña Jesús, es que este panorama pesimista es justo el ambiente propicio para anunciar la alegría de la salvación, porque precisamente la buena noticia tiene como destinatarios a los pobres, los oprimidos y aquellos que están ciegos a la verdad de Dios (Lc 4, 18). Nadie necesita tanto una voz de alegría como aquellos que viven rodeados de tristeza.
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Que el Señor te conceda su paz.