Confianza y diligencia.

Un buen discípulo pone toda su esperanza en la gracia que trae la manifestación de su Señor Jesucristo (1Pe 1, 13), pero no por ello descuida sus responsabilidades temporales. Un buen cristiano se cuida de pasar los días despreocupado, como dice el proverbio: «un poco dormir, otro poco dormitar, otro poco tumbarse con los brazos cruzados» (Prov 6, 10). Al contrario, como persona diligente, trabaja sin descanso por mantener sus asuntos en orden, tanto con Dios como en su hogar y en sus proyectos.


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