Dios cercano.

La gracia del bautismo que nos hace santos y nos unge como templos del Espíritu Santo imprime en nosotros un carácter. Este carácter no se pierde ni se borra con ninguna clase de pecado; ni siquiera si renunciamos a la fe. Si esto no fuera así, cuando pecamos y luego nos arrepentimos tendríamos que volvernos a bautizar. En este sentido, el bautismo es una imagen de la fidelidad de Dios pues «si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo» (2Tm 2,13). Dios está siempre cerca.

Comentarios