Espíritu de humildad.

El Señor nos envía su Espíritu para que, teniendo presentes sus palabras, sepamos tener los mismos sentimientos de Cristo (Flp 2,5) y vivamos en humildad. Si el corazón es humilde, el Espíritu puede hacer germinar y fructificar en él sus frutos, empezando por la alegría y la paz.

¿Quieres alegría y paz en tu corazón? Pide al Espíritu que descienda sobre ti y, con humildad, permite que actúe y te conduzca, porque Él es tu Señor; tu corazón está consagrado a Él.


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