La inmensidad de Dios no cabe en el corazón de una sola persona; debe ser propagada en el mundo entero y su Reino debe alcanzar a cada alma. El amor de Dios nos urge, y el mismo Espíritu de este Amor nos da la fuerza para emprender el más grande de los proyectos: sembrar en todas partes la paz de Dios y su generosa justicia.
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Que el Señor te conceda su paz.