Si Dios es sembrador y su Palabra es la semilla, si Él mismo la abona con su gracia que cae sobre nuestra tierra como lluvia, y si nuestro corazón, que aspira a ser la tierra buena, es también obra de su amor, ¿qué nos puede preocupar en esta vida sino procurar mantener la fe y estar llenos de esperanza?
¿Por qué olvidamos con facilidad que el Señor siembra, riega, hace florecer y ha de cosechar?
¿Acaso hay lugar para el pesimismo y la tristeza en un corazón que diariamente agradece por esta gran verdad?
Nos queda confiar en que se cumplirá fielmente lo que Él mismo nos dice en la Escritura: «Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré» (Ez 17,24).
¿Por qué olvidamos con facilidad que el Señor siembra, riega, hace florecer y ha de cosechar?
¿Acaso hay lugar para el pesimismo y la tristeza en un corazón que diariamente agradece por esta gran verdad?
Nos queda confiar en que se cumplirá fielmente lo que Él mismo nos dice en la Escritura: «Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré» (Ez 17,24).
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Que el Señor te conceda su paz.