La arrogancia y la oración.

Mucho se reflexiona sobre la actitud correcta ante el pecado ajeno, pero, ¿cuál es tu actitud ante tu propio pecado? ¿Es condescendiente y permisiva o, por el contrario, muy dura y de juicio severo? No te juzgues con severidad, porque eso solo refleja cierto afán de autosuficiencia, de creer que la conversión se obra por tu esfuerzo y que por eso la mereces. No olvides que la conversión es obra de la gracia de Dios, que ve germinando en el corazón poco a poco. Un corazón que se deja poseer por la decepción de sí mismo no está confiando lo suficiente en Dios. Por eso, como decía un gran santo: «Ora, ten paciencia y no te preocupes».

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