La fe se propaga mediante el testimonio, es decir, manifestando a los demás las maravillas de Dios, que se pueden verificar con mucha facilidad en la propia historia de vida. Tal como decía la samaritana: «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho» (Jn 4,29). O, mejor aún: vengan a ver las maravillas que ha hecho Dios en mi vida; Él es el verdadero Dios. Es verdad que a este acercamiento mediante el testimonio de otros le falta aún el encuentro y la aceptación personal de la fe, pero es así como Dios ha querido que se expanda su Reino, mediante sembradores que lanzan la semilla en toda clase de terrenos.
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Que el Señor te conceda su paz.