Enamorarse profundamente de Jesucristo y apasionarse por el Reino trae consigo grandes contradicciones y persecuciones, pero hace brotar del corazón el fruto de la alegría espiritual. Solo de ese modo puede entenderse que un cristiano experimente alegría en las persecuciones y gozo en entregar su vida por su Señor. Decía el Papa Benedicto XVI de San Francisco de Asís que, «al enamorarse de Jesucristo, encontró el rostro de Dios-Amor, y se convirtió en su cantor apasionado, como verdadero "juglar de Dios". A la luz de las bienaventuranzas evangélicas, se comprende la bondad con que supo vivir las relaciones con los demás, presentándose a todos con humildad y haciéndose testigo y constructor de paz». De entre estos testigos alegres del amor de Dios destacan los mártires, auténticos ejemplos de santidad en medio de los dolores y penas del mundo, que conviene tener siempre presentes como modelos de vida de fe. El mundo, hoy como siempre, necesita juglares de Dios que se caractericen principalmente por conservar y transmitir alegría espiritual.
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Que el Señor te conceda su paz.