Cuando decimos que Dios es providente, confesamos que Él siempre está velando por sus hijos, dándoles lo necesario a su tiempo, según el dicho del Maestro: «No anden, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Porque por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe su Padre celestial que tienen necesidad de todo eso. Busquen primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura» (Mt 6, 31-33). Así pues, puedes detectar que, detrás del sentimiento de preocupación excesiva por el dinero, el trabajo y aún el mismo sustento, se puede esconder la tentación de la autosuficiencia: olvidar que incluso los mismos bienes materiales que parecen ser ganados con nuestro esfuerzo, vienen de Dios. Y al caer en esta tentación, pecamos por ingratitud ante un Padre que nos provee de todo lo que necesitamos a su debido tiempo. Nunca sobra recordar la importancia de rezar diariamente: danos hoy nuestro pan de cada día.
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Que el Señor te conceda su paz.