La oración frecuente es un sano ejercicio espiritual que produce en nosotros abundantes frutos, uno de los cuales es la humildad. Un orante que repite a diario «danos hoy el pan cotidiano» nunca llegará a creer que obtiene algún bien por sus propios méritos, ya que tiene presente que «si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas» (Salmo 126, 1). Dar gracias al cielo con frecuencia nos recuerda que el esfuerzo humano es inútil sin Dios.
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Que el Señor te conceda su paz.