Pueblo sacerdotal.

Los cristianos somos el nuevo pueblo de Dios, constituido mediante el sacrificio de Jesús, único sacerdote de la nueva y eterna alianza. Dado que somos pueblo e hijos de Dios por nuestra unión con Cristo, y así como Cristo es sacerdote, nosotros, los cristianos, hemos sido ungidos como sacerdotes, y como tales, tenemos el derecho y el deber de celebrar el verdadero culto a Dios. El culto que Dios quiere es «en espíritu y en verdad» (Jn 4, 23). Cuando el ministro y los fieles se reúnen para renovar el único y verdadero culto al Padre que ofrece Jesucristo, nos renovamos interiormente y nos fortalecemos en el principal de los deberes: permanecer unidos en el amor.

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