A la escucha, la obediencia

A la escucha sigue la obediencia y a la obediencia la santidad: este es el principio de toda vocación o llamado de Dios. No tiene sentido intentar descubrir lo que Dios nos dice, es decir, lo que quiere de nosotros, si no vamos a atender lo que nos reclama. ¿De qué sirve decir «habla, Señor, que tu siervo escucha» (1Sm 3,10) si no vamos a escuchar de verdad? Para que a la escucha siga la obediencia, se requiere humildad en el corazón; una que abandone la obsesión por controlarlo todo y que se entregue a la voluntad de Dios. La vocación es un misterio que nos pide dejar de preguntar a Dios el «por qué» para empezar a preguntar el «para qué».


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