Hemos sido ungidos

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor»,declaró Jesús mientras estaba en oración en su pueblo (Lc 4, 18-19). Jesús fue ungido por el Espíritu Santo para anunciar el Evangelio (Buena Noticia) a los pobres y consolar a todos los que sufren. Al tomar las palabras del profeta Isaías y hacerlas suyas, se declara como el esperado por Israel, enviado por el Padre al mundo con una misión: salvar a la humanidad de la esclavitud del pecado y del dominio de la muerte.

Así como David fue ungido por el profeta Samuel, quien derramó aceite sobre su cabeza y así descendió sobre él el Espíritu (1 Sm 16, 13), Jesús fue ungido por el Padre, no con aceite, sino con el mismo Espíritu Santo, que lo impulsó a proclamar «un año de gracia del Señor». Jesús es, pues, el Ungido. En hebreo, «Ungido» se dice «Cristo» y en hebreo «Mesías», y ambas palabras significan lo mismo: aquel enviado por Dios para salvar al mundo, transmitiendo la Palabra del Padre y cumpliendo su voluntad hasta la muerte y la resurrección. Así, dio su vida «en rescate por muchos» (Mt 20, 28), es decir, por todos los que, con la obediencia de la fe, se unen a Él y llegan a ser «coherederos de Cristo, ya que sufrimos con Él, para ser también con Él glorificados» (Rm 8, 17).

Es por esta unión a Cristo que todos los que creen en Él y se integran a la familia de los hijos en la Iglesia se llaman «cristianos» en un doble sentido: cristianos por ser de Cristo y también porque, al incorporarnos a la Iglesia, somos ungidos con aceite sagrado en el bautismo, la puerta que conduce a la salvación de Dios. Los cristianos somos, entonces, la comunidad de «los ungidos», siguiendo el ejemplo de Cristo, el Ungido por Dios para manifestar el amor del Padre. La misión de los cristianos, que es evangelizar, consiste en amar y así revelar el rostro de Dios, que es Amor. Hemos sido ungidos para heredar la gloria y atraer a muchos a la salvación de Dios, «proclamando la muerte del Señor hasta que venga» (1 Co 11, 26). Jesús, el Enviado, nos envía al mundo a anunciar la Buena Noticia; Jesús, el Salvador, nos libra de la esclavitud del pecado; Jesús, el Ungido, nos unge con su Espíritu para comunicar la salvación al mundo; Jesús, el Amado de Dios, nos manda amarnos unos a otros y así vivir en unidad «para que el mundo crea» (Jn 17, 21).

Un juglar de Dios.

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