Espíritu Paráclito

En su discurso de despedida, Jesús dice: «Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes» (Jn 14, 16-17). La palabra παράκλητος ("paráclito") significa «Aquel que es llamado a defender o interceder por nosotros». Por eso, a veces se usan como sinónimos de Paráclito las expresiones «Defensor», «Suplicante» (porque suplica en favor nuestro), «Intercesor» y también «Abogado», ya que es quien viene en nuestra ayuda para defendernos. Jesús nos promete, de parte del Padre, «otro Paráclito», lo cual sugiere que hay un «primer Paráclito», que no es otro sino Jesús mismo. Jesús y el Espíritu Santo comparten una misma misión, la cual es inseparable: Jesús viene a «llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19), mientras que el Espíritu viene a «enseñarnos todo y a recordarnos lo que Jesús nos ha dicho» (Jn 14, 26), impulsándonos a proclamar la Buena Noticia, el Evangelio de Jesús (Hch 8, 39-40).

Más aún, el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda no solo para impulsarnos a cumplir el mandato de Jesús, sino para enseñarnos la mejor manera de hacerlo. Así lo promete el Señor: «Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir» (Lc 12, 11-12). Cumpliendo su misión de Defensor, intercede por nosotros ante el Padre, ayudándonos a orar con verdadero fervor y a resistir las seducciones del mundo, tal como enseña el Apóstol: «El mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina» (Rm 8, 26-27).

Por eso, al igual que un abogado que acude solo cuando se le llama, nos corresponde pedir al Paráclito que venga en nuestra ayuda en todo tiempo, y especialmente en los momentos de dificultad. Pocas situaciones pueden generar tanta tensión como vernos en medio de litigios o problemas legales, sobre todo cuando están en juego nuestra libertad o nuestros bienes. De la misma manera en que llamamos con urgencia a nuestro abogado de confianza y sentimos alivio cuando acude en nuestro auxilio, debemos experimentar esa misma necesidad y confianza en que el Espíritu Santo velará por nosotros en cada paso que demos en el seguimiento de las huellas de Cristo.

Un juglar de Dios.

Comentarios