Inspirados para hablar

Creemos que el Espíritu Santo «habló por los profetas», es decir, inspiró a todos aquellos que, a lo largo de la historia de la salvación, hablaron en nombre de Dios. En el Antiguo Testamento encontramos a muchos hombres y mujeres que, guiados por el Espíritu, se dirigieron al pueblo para comunicar las palabras del cielo. Estas palabras, en ocasiones, eran de aliento y esperanza, pero en otras representaban fuertes llamados de atención que buscaban reconciliar al pueblo con la fidelidad a su Dios.

Ellos fueron los encargados de anunciar al Mesías, a Jesús, en quien se cumpliría plenamente la revelación divina. Esto marcó un cambio trascendental: por medio de Jesús, en quien convergen todas las antiguas profecías, el pueblo de Dios se convierte ahora en un pueblo profético. Esta gracia es otorgada precisamente por el Espíritu Santo, quien, habiendo hablado por los profetas del pasado, nos transforma hoy en portadores de la buena noticia de la salvación.

Tal como en el pueblo de la Antigua Alianza, la misión del profeta sigue siendo ardua y llena de dificultades. Sin embargo, nuestro Maestro nos consuela y anima con estas palabras: «No se preocupen por lo que van a decir, ni cómo han de hablar. Llegado ese momento, se les comunicará lo que tengan que decir. Pues no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre el que hablará en ustedes» (Mt 10, 19-20).

Así como Dios sostuvo con la fuerza de su Espíritu al profeta Elías (1Re 19, 3-12) y a todos los grandes profetas, también hoy nos fortalece a nosotros, los testigos de su resurrección, llamados a «proclamar la muerte del Señor hasta que venga» (1Co 11, 26).

Un juglar de Dios.

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