Cántico de las creaturas IV

«Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
la cual es muy útil y humilde, preciosa y casta».

Bendito seas, Señor, por tu creatura, el agua:
ella es compañera especial de tu Santo Espíritu
desde el comienzo del tiempo,
cuando tu aliento removía las aguas.

El agua fue guardiana de tu pueblo,
cuando atravesaba el mar a pie seco
y cuando por el río transitaba victorioso.

Tú, Señor Jesús, fuiste ungido en un baño bautismal
y manifestaste tu poder al caminar sobre el agua
y al hacer callar la tempestad.

Eres tú quien nos enseña a ver en el agua un signo de vida
y, al mismo tiempo, nos llamas a respetar en ella
la inmensidad de tu creación.

Gracias, Señor, por enseñarnos a través del agua:
su utilidad, pues nuestra misión es dar vida;
su humildad, porque habita con mansedumbre en el lugar donde la colocas;
su castidad, reflejando en su pureza la gracia divina;
y su preciosidad, transmitiendo, como ella, el don de la vitalidad y la fuerza.

Alabado seas, Dios nuestro,
por derramarnos tu gracia como lluvia,
tu misericordia como manantial,
tu Espíritu como fuerte cascada
y tu amor, tan inmenso como el mar.

Bendito, alabado y glorificado seas, Señor.
Te damos gracias y te servimos con humildad.
Amén.

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