Quiero ser fuerte como el fuego en la noche,
que se atreve a imitar la inmensidad del sol,
dando luz y calor,
refugio y protección.
Quiero ser, Señor,
como la columna de fuego
que en las noches guiaba
a tu pueblo en el desierto.
Quiero ser, para los que están a mi cuidado,
guía y protección.
Derrama el fuego de tu Espíritu
para adquirir el don de la fortaleza,
la virtud de la templanza
y la gracia de la perseverancia.
Dame, Señor, la fuerza imparable del fuego
que enciende todo,
y todo lo purifica.
Hazme fuego para que arda el mundo,
y que hasta el más lejano
pueda ver tu luz:
la luz de tu verdad
que ilumina las tinieblas del corazón.
Enciende con tu llama mi vida entera,
para que, como ofrenda,
se eleve hasta el cielo.
Toma mi fuego y enciende antorchas,
que todos los que andan a oscuras
puedan hallar en mí una guía.
Ilumina, Dios mío,
los caminos de este mundo;
que nadie se pierda.
Envíame a encontrar
a todo el que te busque,
a los que tengan frío,
a quienes necesiten de mi cálido abrazo,
a los que quieran arder por tu causa.
Hazme zarza que no se apaga,
alegría que no se termina,
y bendición que se propaga.
«Loado seas, mi Señor,
por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche;
y él es bello, alegre,
robusto y fuerte»
Bendito, alabado
y glorificado seas, Señor.
Te damos gracias
y te servimos con humildad.
Amén.
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Que el Señor te conceda su paz.